Varios regalos, un diploma y mil gracias!!!!

Hola... =)
Desde hace unos días estoy como perdida de la web, a causa de que estuve ocupada haciendo un par de esos trabajitos freelance que me salen de vez en cuando y que tanta falta me hacen.
Hoy he podido volver a tocar la pc... y es un gran alivio porque ya la estaba extrañando mucho. =)
Así que estoy tratando de ponerme al día con los correos y los post y las cositas varias con las que vengo atrasadísima. Es increíble que en un día que no se abre el correo se acumulen tantos!!!
En este plan de ponerme al día siento la necesidad de agradecer con todo mi corazón a Karla.



Karla es la administradora del blog Perdida en un mundo desconocido, en el cual hace un tiempito se organizó un concurso de relatos con premios para España.
Como yo soy una metereta, jeje... me colé al certamen por la ventana. Y sabiendo que el blog de Karla es antitaurino y que ella tiene un amor muy especial por los animales, me animé a concursar con mi relato Luna de Granada. Tuve la suerte de llevarme el primer premio: la saga completa de Retrum.
Como yo sabía que el premio era para España, ya de antemano tenía en claro que el premio iría a parar a manos de Sofía.
¿No saben quién es Sofía? Pues Sofía es una chica preciosa que hace un tiempo me ha dado una alegría muy grande y a quien le he tomado un cariño muy especial. Sofi ya ha recibido el obsequio, esta misma mañana. Y lo ha donado a la biblioteca de su pueblo para que puedan leerlo muchos chicos más que, como ella, están interesados en la literatura.

Cuando conté a Karla que sería Sofi quien disfrutaría el premio (aún yo no sabía lo de la biblioteca), ella quiso compensarme (a pesar de que le dije que no hacía falta, que yo estoy muy feliz con que lo reciba Sofi), y me envió un mail precioso (donde me dice muchas cosas lindas sobre mi relato que aquí no transcribiré porque me da rubor... ) y un diploma virtual, acompañado de unos diseños de marcapáginas de lo más bonitos.
Aquí comparto el diploma con todos ustedes, y el relato, por si alguien se quedó sin leerlo.

Mil gracias, Karla. Por el obsequio que ya llegó a manos de Sofi y, por medio de ella, a todo un pueblo. Por los marcapáginas y el diploma que me gustaron mucho. Y sobre todo, por las lindas palabras que me escribiste al correo. Eres un sol!!!

LUNA DE GRANADA

Antonio Pérez Picante, “El Manchego”, vuelve para buscar el destino que esquivara aquella vez, hace tres años frente al Mariscal Negro. Fue un domingo dorado que se tiñó de púrpura cuando el Mariscal le hincó un cuerno, quebrándole una pierna y la carrera. Aún sangrando y con el hueso salido de las carnes continuó la corrida, hasta que el estoque enhebró el corazón y el toro cayó de bruces. Entonces, se miraron con una disculpa mutua palpitando en las pupilas, como diciendo:

—Son las reglas del juego, amigo, aquí se acaba para los dos.

Plantado sobre la arena, el Manchego contempla las gradas vacías invadidas por el crepúsculo. Sus músculos tensos empujan el traje de luces.

—¡Ole! –corean las voces en lontananza.

El torero yergue el mentón y roza con los dedos la montera oscura. La luna se ha encaramado en el cenit y tiende sus líneas de plata sobre la penumbra.

—¡Ole! –repiten, mientras su cuerpo se dobla en una chicuelina.

Gira como si flotara en el aire mismo y blande su capote bordado en oro. Se detiene para observar la figura que surge entre las sombras para plantársele enfrente. Es el Mariscal que regresa resoplando su nombre. No hay banderilleros ni picadores ni mozo de espadas. Antonio extiende el capote en una finísima gaonera. El toro no se mueve. El fragor de sus narices se desliza como una viscosidad gris hasta cubrir el suelo.

El Manchego siente que el temblor lo embarga desde los pies que empiezan a convertirse: un vello pálido le nace sobre la piel y los dedos se le aúnan en pezuñas. No teme. Se aferra al capote y, con un suspiro, consiente la transformación.

El minotauro y el toro se miran a los ojos sin medirse, como si volvieran a hablarse de pupila a pupila:

—Aquí empieza para los dos, amigo.

Lado a lado, trepan la escalera de luz de la luna de Granada, hacia el jardín blanco, donde toros y toreros danzan verónicas sin sangre.