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jueves, 15 de septiembre de 2011

El reto de los 30 libros - día catorce

La consigna del día es: uno que hayas odiado hace años y hoy admiras.

Recalculando... mis odios suelen ser tan profundos que es prácticamente imposible que varíen hasta el extremo contrario. Si bien uno puede admirar algo que odia, sin amarlo (lo uno no quita lo otro, la admiración no anula el odio y viceversa), la palabra odio tiene otra acepción en mi vocabulario. Las pocas (o muchas, depende de cómo se mida, je) cosas que odio no son admirables para mí. Si las odio es justamente porque me parecen defenestrables y porque es imposible que llegue a aceptarlas sin abdicar a lo más íntimo de mí misma.

Por eso digo: recalculando. Porque a esta consigna voy a tomarla por la mitad. A saber: uno que hayas odiado (y punto).

Si hay un libro que he detestado hasta lo indecible, ese es:

La perfecta casada, de Fray Luis de León.


No recuerdo de quién era el libro. Cayó en mi casa en una de esas herencias que ya expliqué el otro día: algún pariente se deshizo de los mamotretos que le molestaban en un rincón y me los pasó sabiendo que me gustan los libros. 

Tenía una encuadernación preciosa, de esas de joya de la literatura que en su tiempo debió costar una fortuna. Tela azul, letras doradas, cosido, papel ligeramente amarillento y ese olor a libro viejo que a uno le llena el alma. Estuvo un tiempo allí, en un estante de la biblioteca, sin que se me ocurriera tocarlo porque no me llamaba mucho la atención el título. Hasta que un día, aburrida la siesta, se me ocurrió agarrarlo y llevármelo a la sombra del algarrobo para darle una leída a eso que parecía ser (visto de afuera) una novelita antigua.
¡Madre mía! Apenas arranqué con la primera hoja, quería ir a buscar a Fray Luis de León y cortarlo en fetas. Me dije: no, debe haber algún error. Y empecé a saltar páginas sin leer, buscando una excusa para no tirarlo... tirar un libro... con el dolor que me producía...
No la encontré. A lo largo de todo el libro, ni en la lectura somera, ni en la relectura profunda, encontré un motivo para que ese libro continuara existiendo sobre la faz de la tierra. 
Lo prendí fuego delante de mis hijas que tomaron el asunto como otra chifladura de la madre (pobres, están tan acostumbradas a las chifladuras de la madre que ya ni se asombran). En tanto les explicaba hoja por hoja por qué lo estaba haciendo. Y lo haría otra vez.



La Perfecta casada recoge anécdotas de la época, zahiere a la mujer "frívola" y hace resaltar las "virtudes" de la mujer de su casa, "mujer varonil" (nos dice Fray Luis). Ofrece este regalo de boda a su prima, un libro de ejemplos para "aviso" de la mujer, invitándola  a un juego de espejos donde la mujer se mira y se multiplica en toda su diversidad de mitos, perfiles y deformaciones; a través del libro desfilan toda una serie de galerías de mujeres.
La Perfecta casada comprende 20 capítulos y una dedicatoria a María, estos corresponden a los comentarios de 22 estrofas del Proverbio a la "mujer fuerte", canto a la matrona, al ama israelita, reina de su casa y gloria del marido y de sus hijos. Estas estrofas, Fray Luis las resume en 21, uniendo las estrofas 17, 18, 19 y repitiendo la estrofa 10. Estos proverbios sirven a Fran Luis de soporte a su comentario realzándolos con sus observaciones e ilustrándolos con textos de autores sagrados y profanos, apoyándose en estos autores para corroborar sus ideas, ideas que sostienen la doctrina evangélica y patrística en lo que se refiere al  matrimonio y la familia.

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