La consigna del día es: uno de este año.
Y para variar, no capto si la consigna apunta a uno editado este año o a uno leído (o releído) este año o a uno comprado este año (tres aspectos que difícilmente coincidan en mi vida, no suelo comprar libros recién salidos del horno y tampoco suelo leerlos de inmediato haberlos comprado; y, además, leo muchos libros prestados).
Digamos que nos decantamos por uno leído este año, ya que no me fijo en el año de edición de los libros cuando los abro (de puro ansiosa por leer el resto). Aunque, siendo sincera, nunca sé en qué día estoy viviendo. O sea que es probable que lo haya leído en diciembre y la memoria me lo corre a enero. Debo confesar que tengo un serio problema de atemporalidad.
Suponiendo que este año sea el lapso de tiempo que mi cabeza calcula que es este año... y teniendo en cuenta que me leí un montón de libros, voy a elegir de la lista uno que:
- haya leído este año (aunque no fuera por primera vez), que me haya gustado mucho y que sea pasible de recomendación.
Dadas estas condiciones, me quedo con:
La primera vez que lo leí, hace unos lustros, no entendí ni jota. O sí entendí. Pero entendí otro libro. Entendí otra historia, una historia cuesta arriba, rara, algo surrealista, difícil de leer y, por tanto, de seguir .
Cuando este año volví a abrirlo, me encontré con una obra totalmente distinta. A la luz de algunos nuevos conocimientos adquiridos (débilmente, confieso) tras haber leído algo de historia que antes (en aquellos años mozos) desconocía, el libro de Grass se abrió ante mis ojos como una revelación.
¡Qué manejo de la metáfora, señores! Porque aquí no hay alguien que planta un eufemismo, o que escribe "una moneda de oro cae en la ranura del horizonte" para decir "sol"... no, no... acá hay una metáfora de inicio a fin. Una historia escrita con simbolismos, que puede ser leída e interpretada de un modo (si se conoce el código) o de otro (si el código aún está ausente en nuestros pensamientos).
Es un libro para lectores, sí... como todo libro.
Pero es un libro que yo recomiendo a los escritores. Para que lo desmenucen párrafo a párrafo y, con la mente abierta, descubran lo que se puede hacer cuando las palabras dicen, pero dicen más allá.
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