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domingo, 11 de septiembre de 2011

El reto de los 30 libros - día nueve

La consigna de día es: uno con una excelente versión cinematográfica

Mmm.. este post da para mucha foto...

Y... qué complicación de consigna...
Es que debo confesarlo:
1- no soy muy peliculera.
2- dificil que una película me guste tanto como un libro.

Hay películas que me gustaron mucho, pero no he leído los libros (y me quedé con las ganas que sé que algún día podré saciar), como es el caso de Mad Max y El Padrino.





Mad Max y El Padrino son películas que me motivaron a ver las siguientes sin mover la cola de la silla (cosa extraña en mí, ya que raramente algo me motiva a ver una película). Pero no leí los libros, por tanto no puedo meterlos dentro de esta categoría sin decir mentiritas  =(.












Recuerdo algunas "rehistorias" llevadas al cine que me gustaron, como la de Peter Pan protagonizada por Robin Williams: Hook (ya sé que es infantil, pero a mí me gustó). Y una película que supera a su versión escrita: "Como agua para chocolate".






Pero puestos a escoger, para la consigna de este día prefiero quedarme con dos argentinas, escritas por un argentino. Son dos películas viejas, que vi cuantas veces pude a pesar de que a los libros los leí una sola vez.

"El juguete rabioso" y "Los siete locos", ambos de Roberto Arlt.

Los dejo con las sinopsis:

El juguete rabioso

El juguete rabioso es la más autobiográfica de sus novelas. Está dividida en cuatro partes que muestran a su protagonista Silvio Astier en diferentes situaciones en las que fracasa sistemáticamente. En el primer capítulo "Los ladrones", Silvio forma un club con el objetivo de efectuar robos en el barrio; los intentos son frustrados y el club se disuelve. En el segundo, "Los trabajos y los días" el protagonista es dependiente de una librería pero luego de intentar un incendio, fracasa y debe huir. En el tercero, "El juguete rabioso" Astier ingresa en la Escuela de Aviación como aprendiz, pero lo expulsan. El capítulo culmina cuando intenta suicidarse y fracasa. En la parte final, llamada "Judas Iscariote", Silvio, ya mayor, entabla amistad con un rengo que es un cuidador de carros, muy humilde, en Flores. El Rengo le cuenta que quiere robar la casa del ingeniero Vitri. El protagonista lo delata y comenta que desea irse al sur.
El resentimiento de sus repetidos fracasos lo impulsa a delatar a un hombre común, marginado como él. La única vez que no falla en sus intenciones, falla como ser humano, delatando al que lo consideraba su amigo y confidente. 

Los siete locos


Arlt, sin sofisticados argumentos, cuenta relatos crudos y terrenales. Con la voz de un cantor de milongas y la mentalidad de un hombre irónico y delirante.


Fue su segunda novela y la publicó en 1929, el año del bajón de Wall Street que causó una crisis económica en todo el mundo. Y no era la mejor etapa de nuestro país: poco después, con un golpe militar, comenzaría la Década Infame, uno de los períodos más oscuros de la historia argentina. Se entiende, entonces, que la novela de Arlt sea un reflejo del desconcierto y la frustración popular, de la búsqueda de ideologías representativas, del pensamiento de que la revolución social era el único cambio posible. Es de esos libros que a uno le hubiera gustado leer en esa época, en medio del caos.



El fiel representante de esos tiempos es Remo Erdosain, un triste cobrador de una empresa a la que le robó dinero. Y encima lo descubren. Y encima lo delató Barsut, el primo de su mujer. Y encima su esposa lo abandonó por otro hombre. Y cuando todo se desmorona, lo único que se le ocurre es formar parte de la Sociedad Secreta que planea su amigo el Astrólogo para cambiar el mundo. ¿Qué otra cosa puede hacer?



Las consignas, los proyectos, los inventos aportados por Erdosain (la fabricación de una absurda rosa de cobre, por ejemplo) y sobre todo los miembros de esta sociedad forman parte de lo más grotesco de toda la obra literaria de Arlt. Aunque hay guiños políticos de la época -y hasta algunas sentencias que parecen anticipar lo que finalmente ocurriría-, el libro no hay que tomárselo en serio: es sólo un retrato bizarro, una caricatura de una nación desamparada y desesperada.



Lo mejor de Los siete locos tal vez haya que buscarlo en los personajes que componen la historia. En cada uno de ellos, en lo que cada uno siente y piensa. En este sentido, la novela es algo así como el Episodio II de la saga psicológica y escabrosa iniciada por las Memorias del subsuelo de Dostoievski. Arlt le pide prestado al escritor ruso el traje de buzo y también se sumerge entre lo más hondo y mugroso del alma. Y queda claro que definitivamente no hay inocentes: todos tienen un pecado que confesar.

1 comentario:

Paula Irupé Salmoiraghi dijo...

El señor de los anillos sin duda

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